lunes, diciembre 28, 2009

T A L I B Á N.

Es el nombre de cierta organización integrista islámica. Y designa, asimismo, a cada miembro de esta organización.

Desde 1996, cuando un grupo integrista, inicialmente formado por afganos de la etnia pastún, tomó Kabul, capital de Afganistán, la palabra talibán se difundió por la prensa mundial y, sobre todo, después del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, que fue atribuido a miembros de esa organización.

En árabe, talaba significa "estudiar". De esta voz se deriva el sustantivo talib "estudiante". En plural, el nominativo es talibun, el genitivo talibin y el acusativo taliban.

En pashtu, que es uno de los aproximadamente veinte dialectos de la lengua persa hablados en Afganistán y en el que se expresa la etnia pastún, la palabra tálib significa estudiante, y forma el plural talibán "estudiantes."
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En un primer momento, la prensa en español usó la palabra talibán como sustantivo y como adjetivo invariable en género y en número. La invariabilidad se explicó con el argumento de que talibán es plural en la lengua original, aunque esto parecía contradictorio con el hecho de que en español también la usaran en singular.

El académico Valentín García Yebra, uno de los primeros en salir al paso del uso de talibán como palabra invariable, alegó que serafín es el plural de seraf y querubín es el plural de querub en lengua hebrea y que, sin embargo, en español ambas palabras varían de acuerdo con las reglas de la formación del plural de nuestro idioma. Junto con otros académicos, García Yebra defendió la opinión de que las palabras extranjeras que son aceptadas en el español se rigen por las normas de nuestra lengua.

Esta opinión se ha ido imponiendo y la mayor parte de los medios en español usan hoy talibanes para el plural masculino, y talibana y talibanas para el femenino, en singular y plural, respectivamente, acomodándose de esta manera a la morfología española, pero todavía son numerosos los periódicos de América y de España que siguen usando talibán como invariable.

(La Palabra del Día)

lunes, diciembre 21, 2009

P A P Á N O E L .

El viejecito de ropas rojas y barba blanca que vemos en vísperas de Navidad en los centros comerciales de todo el mundo, se ha convertido en ícono cultural de la sociedad de consumo del tercer milenio.
El mito del sonriente personaje que encanta a los niños, fue forjado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV.

La ciudad de Mira, en el antiguo reino de Licia, actual territorio de Turquía, tuvo un prelado llamado Nicolás, célebre por la generosidad que mostró con los niños y con los pobres, y que fue perseguido y encarcelado por el emperador Diocleciano.

Con la llegada de Constantino al trono de Bizancio —ciudad que con él se llamó Constantinopla—, Nicolás quedó en libertad y pudo participar en el Concilio de Nicea (325).

A su muerte fue canonizado por la Iglesia católica con el nombre de san Nicolás.
Surgieron entonces innúmeras leyendas sobre milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y de los desamparados.

Durante los primeros siglos después de su muerte, san Nicolás se tornó patrono de Rusia y de Grecia, así como de incontables sociedades benéficas y, también, de los niños, de las jóvenes solteras, de los marineros, de los mercaderes y de los prestamistas.

Ya desde el siglo VI, se habían venido erigiendo numerosas iglesias dedicadas al santo, pero esta tendencia quedó interrumpida con la Reforma, cuando el culto a san Nicolás desapareció de toda la Europa protestante, excepto de Holanda, donde se lo llamaba Sinterklaas (una forma de san Nicolás en neerlandés).

En Holanda la leyenda de Sinterklaas se fusionó con antiguas historias nórdicas sobre un mítico mago que andaba en un trineo tirado por renos, que premiaba con regalos a los niños buenos y castigaba a los que se portaban mal.

En el siglo XI, mercaderes italianos que pasaban por Mira robaron reliquias de san Nicolás y las llevaron a Bari, con lo que esa ciudad italiana, donde el santo nunca había puesto los pies, se convirtió en centro de devoción y peregrinaje, al punto de que hoy el santo es conocido como san Nicolás de Bari.

En el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron la tradición de Sinterklaas a los Estados Unidos, cuyos habitantes anglófonos adaptaron el nombre a Santa Claus, más fácil de pronunciar para ellos, y crearon una nueva leyenda, que acabó de cristalizar en el siglo XIX, sobre un anciano alegre y bonachón que en Navidad recorre el mundo en su trineo, distribuyendo regalos.

En los Estados Unidos, Santa Claus se convirtió rápidamente en símbolo de la Navidad, en estímulo de las fantasías infantiles y, sobre todo, en ícono del comercio de regalos navideños, que anualmente moviliza miles de millones de dólares.
Esta tradición no demoró en cruzar nuevamente el Atlántico, ahora remozada, y en extenderse hacia varios países europeos, en algunos de los cuales Santa Claus cambió de nombre.

En el Reino Unido se le llamó Father Christmas (papá Navidad); en Francia fue traducido a Père Noël (con el mismo significado), nombre del cual los españoles tradujeron sólo la mitad, para adoptar Papá Noel, que se extendió rápidamente a América Latina.

viernes, diciembre 04, 2009

A Z U L E J O.

Cualquiera podría pensar que las baldosas vidriadas empleadas para revestir paredes fueron algún día azules, y por eso se las llama con ese nombre.

El propio Sebastián de Covarrubias, uno de los primeros etimólogos españoles, sugería en 1611, en su Tesoro de la lengua castellana:

"Dijéronse azulejos porque los primeros debieron ser todos desta color azul, y después se inventaron las otras, o porque entre todas es la azul la que más campea".

Sin embargo, hoy sabemos que esa etimología no era verdadera.

Los primeros azulejos fueron fabricados en España por los árabes para la decoración de sus palacios, y sabemos que no eran predominantemente azules.

Se conoce también —y lo confirma Corominas— que los moros los llamaban zuleig, un nombre árabe de etimología desconocida, pero que no guardaba ninguna relación con el color azul.

El propio Covarrubias, al final de la entrada correspondiente a azulejo de su diccionario, recuerda que Sánchez Brocense afirmaba que azulejo era un nombre de origen árabe, derivado de zulaia.

(La Palabra del Día)